Por Rubén Iñiguez.
Tanto afán por centralizar, conservar el poder, diluir a los otros poderes de la unión, como el judicial y el legislativo, en el camino de una probable reelección del Presidente López Obrador, que ha tenido como anticipos el caso del gobernador de Baja california, el señor Bonilla, y ahora el de la reelección del presidente del Supremo Tribunal de Justicia de la Nación, convertido en un apéndice del ejecutivo, se advierte en ello la ambición de terminar con el sufragio efectivo, no reelección, motivo de dos revoluciones.
Esos afanes han provocado que su partido Morena, en el camino haya recogido todos los frutos prohibidos, podridos, ajenos, que han sumado tanto de otros partidos que denominan neoliberales, como el surgimiento de personalidades caciquiles tipo los Hermanos Ricardo y David Monreal, en Zacatecas, o los casos impresentables, del pederasta atrapado y detenido en flagrancia, Benjamín Huerta, político poblano. Ya no es solamente el caso de Félix Salgado, que parece un caudillo del siglo XIX determinado a imponerse como cacique dejando a su hija como candidata al gobierno de Guerrero, ocasionando el repudio nacional de las mujeres mexicanas.
La cuota del poder tiene costos, pero estos ya fueron cubiertos por la Cuarta Transformación y su partido oficial en el poder. La suma de personajes como Irma Eréndira o Bartlett, ya se hizo habitual, aunque no debería ser aprobada, defendida a ultranza, como lo hace el presidente.
Muchos de los candidatos de Morena tienen antecedentes penales, han sido acusados de delitos contra el sector público. Este partido ofrece como atractivo el poder, no el nacionalismo revolucionario del Lopez-Obradorismo, al cual todos dicen seguir, pero en la práctica, cada quién ve por su santo.
Nada nuevo que no haya vivido repetidamente un partido en el poder, con el consabido desgaste. Pero lo preocupante es que a Morena no le interesa demostrar que “son mejores y son diferentes” más que en el discurso presidencial. No cuestiona a ninguno de sus personajes, incluso a Benjamín Huerta, acusado de pederastia, es un caso demasiado amargo y lamentable.
La madre del menor ofendido, lo puso a disposición del gran diputado, del prohombre, para que “aprendiera” y “trabajara” de una de las personalidades del nuevo orden. Lo que aprendió fue un caso de posible delito que motivó su denuncia, interviniendo hasta la propia administración del hotel en el que se perpetró el presumible delito, con intervención policiaca. Sin embargo, todo quedó nulificado por el fuero del legislador.
Eso sí, se presentó a San Lázaro, advierte el diario Milenio, a dar su voto masivo a la reelección irresponsable del Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de la que solamente siete legisladores de Morena se opusieron, por motivos cívicos, constitucionales o políticos. El único castigo para este probable delincuente, solo fue destituirlo de la comisión de justicia. ¡Bah, vaya castigo ejemplar!
Andrés Manuel, perfectamente enterado de la situación, con la complicidad con la que se comporta con sus fieles, le indicó que debería renunciar al fuero para enfrentar la responsabilidad. Un asunto de pederastia que debería ser castigado con todo el peso de la Ley.
Que sangre tan tibia la de López Obrador para velar por la justicia de un menor, tal vez es hijo de una correligionaria morenista. Pues en lugar de mostrar el verdadero valor de los principios morales que divulga en sus cartillas morales, en lugar de iniciar la limpieza y purga de personalidades nefastas de su movimiento regenerador, solo se limita a aplicar otros criterios y otra perspectiva de ley cuando se trata de los suyos.
El costo de esa tarea está ascendiendo electoralmente. Morena no inspira en muchos de sus aspirantes la confianza necesaria. Sencillamente ayer muchos de ellos eran de otros partidos o colores, sin embargo, parece no interesarles mucho ni a Mario Delgado ni a López Obrador, sin embargo, las encuestas ya comienzan a pesar, pues en al menos seis estados han caído de manera estrepitosa sus candidatos a gobernadores, porque a pesar del discurso mañanero de AMLO, de su lucha contra la corrupción, lo hace medianamente, pero solo voltea a ver el pasado, no la corrupción de los suyos, a eso se le llama una vil simulación y un engaño.
La tarea prioritaria es mantener el poder, conservarlo, concentrarlo. Pero la contradicción de quiénes invita a detentarlo, es, a decir verdad, una causa de la erosión acelerada de este movimiento a una degradación. De hecho, es como el partidazo de antes, una red de complicidades, de inmunidades, de caciques intocables, pero a cambio, un presidencialismo imperial que convierte en ogro nada filantrópico a los ciudadanos que ven cómo se reducen sus días de democracia y como se hace una república enana con un presidente cada día más dictador. “La imagen del colapso en la línea 12 del tren en la CDMX, es el reflejo de lo que ocurre con la Cuarta Transformación, impresa en una fotografía bastante desgarradora y lamentable”