viernes, diciembre 13
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Del sofismo a la mentira, el camino de López Obrador.

A decir verdad
Por, Rubén Iñiguez.


La evolución del presidente López Obrador ha pasado de convertirse en un práctico sofista, a un mentiroso descarado.


¿Por qué le llamo sofista al presidente?
Retornemos un poco a la cuna del pensamiento político y filosófico de Occidente, la antigua Grecia. Una comunidad democrática que puso la muestra al mundo de la funcionalidad del sistema en que el pueblo ejercía en poder en forma directa, -no usaban el sistema de representación por políticos – de hecho, no tenían partidos, pero si diferencias que discutían públicamente en los foros o plazas.


La política de Grecia era una escuela de formación ciudadana. Sin embargo, no todos tenían tal derecho por la existencia de la esclavitud, y la exclusión de los extranjeros, solo los ciudadanos de pleno derecho, podían asumir tareas de resolver las necesidades del bien común, basados en una ética que reprobaba el uso del mal para distorsionar las tareas. No participar en tales tareas, que revestían honor, en la época era un indicio de ociosidad.
La sociedad griega, se fundamentaba en la educación cívica, física, y moral del ciudadano, agregando capacidades de lenguaje, lectura, cálculo y lógica e incluso las artes, como la música, es decir, la educación se originaba en los antecesores de los pedagogos modernos, que muchos sufrían en condición de esclavitud, y en un origen de la escuela pública, todo ello para lograr la idea que se asumía como la educación social colectiva, que daba conciencia para dinamizar la democracia.


Todo se debatía en forma pública y la conversación era un medio de debate, de discernimiento y de intercambio de ideas. El método de Sócrates, de plantear sus dudas en la vía pública, era muestra evidente de lo que vivieron los griegos.
Pero cuando se descuida la formación de los ciudadanos, cuando la ignorancia, o el engaño sofista operan la democracia pasa a ser una dictadura.


Aquí aparece el sofismo. Esta actitud ante el conocimiento, transmitida en la educación era más selectiva, pero omitía los valores éticos. Colocaba la retórica, es decir, el arte del discurso en la cima de las armas para moldear la comunidad, independientemente si esa retórica estaba al servicio del bien o del mal, el uso del poder político y los fines personales, sin moral.


Aquí es donde el discurso oral, base de la comunicación colectiva, finalmente se convierte en instrumento, independientemente de las categorías de bien o de verdad, se afina a la utilidad. Es decir, se prefería más que el fondo del mensaje, el decorarlo con frases pegajosas, con ideas de promesas irreales, pero que finalmente sometieran al aplauso del foro.


Esta parte ya permite identificar el fenómeno griego de antes de Cristo, con la sociedad mexicana actual, más de dos mil años después. Es decir, el dirigente emplea la comunicación como una forma de persuasión, como la promoción de ilusiones, y lo colma de ofertas de bienestar.


No importa que el mensaje político sea distorsionado, en aras de fines concretos. Lograr triunfos electorales, aprobaciones en consultas irregulares, controladas o amañadas, lograr, en resumen, el ejercicio del poder, en contradicción al mundo griego que colocaba por encima del mensaje político que debe ser de unidad de la sociedad, perfeccionamiento de las virtudes, y mejoramiento de la acción política, resumiendo las ambiciones de Platón en la República, y de Aristóteles, en la Política.


Encontramos entonces un gobernante sofista, es decir, proclive a disimular, a dar otra información, a sustentar el manejo emocional del foro público, manipulado las reacciones, provocando las condenas de lo que se le oponga y fortaleciendo la autoridad del mando, aunque sea ya empleando la mentira como degradación de la democracia.
Si bien lograr la perfección de las ideas políticas para Platón no es alcanzable por los seres sensibles, la finalidad de mejorarlas si es una aspiración legítima, y los actos de autoridad deben surgir de la honorabilidad, que se pierde con la mentira, que busca otros fines por sí misma. Es decir, que nos conduce a un laberinto de confrontación con la realidad, con las condiciones de verdad que subsistan en contradicción a los fines del político sofista al que no le importan.


Para Aristóteles, la seguridad de la verdad del estado, parte de la observación de la voluntad inteligente del hombre, que hace suya la decisión individual que lo lleve a perfeccionar como consecuencia la virtud pública, parte necesaria de la integridad moral de un estado.


No es algo que debe depender de la suerte, o de un decreto de la parte gobernante. La parte gobernante por tanto no puede buscar la confusión, la división de la sociedad, o la confrontación social como parte de la realización del hombre que eleva su parte irracional, su condición animal, a la racionalidad y finalmente a la utilización de la inteligencia. Eso hace estadistas, no políticos disolventes.


Esa parte es necesaria porque el ciudadano lleva en sí, cualidades de comprensión de juez, de administrador, de educador, desarrollando su función electoral.


En concreto, un caso elevado del sofismo a la mentira, está en el planteamiento de la persecución judicial del INE, por presentar a la Suprema Corte la necesidad de tener más recursos económicos y financieros suficientes, a efecto de realizar la revocación o ratificación de mandato del actual mandatario federal. Esto tiene el propósito de realizar una consulta de manera profesional, oportuna y transparente.


Sin embargo, López Obrador, todo lo que no es favorable a su persona, lo ataca y combate, pues este asunto del INE lo ha llevado al terreno de las condenas, la descalificación y la reprobación. Alentado a las ministras que él mismo designó en la Suprema Corte.


Esto propició, que el máximo órgano jurisdicción de impartición de justicia en el país, desechara la petición del INE, para darle paso a los caprichos de un presidente que tiene la necesidad extrema y constante de la aprobación de sus electores.


Este conflicto, puede ser la antesala de un totalitarismo absoluto, disfrazado de tolerancia, comprensión y amor profundo al pueblo mexicano, pues invadir las atribuciones del poder judicial, pone en serio riesgo la democracia de México.


Sus conferencias mañaneras son métodos sofistas, que más allá de eso, más bien son prácticas de mentiras vulgares y falsos conceptos, con el único objeto de saciar su ego personal y berrinche de reconocimiento constante de su pueblo.

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