
Columna: La Mesa Redonda
Por: Víctor Salazar
En su papel como presidenta de México, Claudia Sheinbaum ha decidido enfocar parte de su narrativa en temas de discriminación racial y de género, como lo demuestran sus declaraciones en las conferencias mañaneras sobre la «triple discriminación» en el país. Si bien es innegable que la desigualdad racial y de género es un problema vigente en la sociedad mexicana, estas declaraciones parecen más un esfuerzo por desviar la atención que una verdadera solución a las crisis más urgentes que enfrentamos. En lugar de abordar frontalmente temas prioritarios como la violencia en Sinaloa, la guerra entre cárteles, el aumento del robo y el secuestro, la falta de empleo, el cierre de comercios y el incremento de la inflación, Sheinbaum insiste en seguir una agenda que, aunque importante, no corresponde a la urgencia que el país demanda en estos momentos.
Es preocupante que la presidenta utilice plataformas tan influyentes como las mañaneras para tocar temas raciales en un contexto donde la población está más preocupada por sobrevivir a la ola de violencia e inestabilidad económica que azota el país. Al dividir a la sociedad con temas raciales y de género, Sheinbaum corre el riesgo de fomentar una polarización innecesaria, en lugar de promover un frente unido ante los verdaderos retos que enfrenta México. Estos discursos desviados distraen de la realidad y refuerzan la idea de que su gobierno sigue atrapado en la narrativa de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, repitiendo los mismos temas sin ofrecer soluciones concretas a los problemas que están afectando gravemente la vida cotidiana de los mexicanos.
Es evidente que Sheinbaum sigue actuando más como una vocera de AMLO que como una líder independiente, capaz de tomar decisiones propias y abordar los problemas más graves de la nación. En lugar de aprovechar la histórica oportunidad de ser la primera mujer presidenta de México y demostrar que las mujeres pueden liderar con eficacia en la vida pública, parece que sigue anclada en una dependencia del «patriarcado» que tanto critican las feministas. Paradójicamente, al centrarse en temas que no priorizan las urgencias nacionales, deja ir la oportunidad de consolidarse como una presidenta que resuelva problemas estructurales, en lugar de ser simplemente una extensión del discurso y las prácticas del pasado.
En resumen, Claudia Sheinbaum no solo está perdiendo el tiempo al enfocar su discurso en temas que dividen y distraen, sino que también está desperdiciando una oportunidad histórica de cambiar el rumbo de la política mexicana. La nación necesita soluciones reales y urgentes para enfrentar la violencia, el desempleo y la crisis económica, no más discursos que perpetúan la división y la dependencia de viejos paradigmas.