
Por: Víctor Salazar
Columna: La Mesa redonda
En su reciente mañanera, la presidenta Claudia Sheinbaum volvió a recurrir al viejo discurso de la victimización y la conspiración, acusando a la oposición de gastar 20 millones de pesos en una campaña para desprestigiar su gestión y la de su mentor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Sin embargo, más allá de las declaraciones grandilocuentes, lo que queda claro es que esta narrativa no es más que un intento desesperado por ocultar la realidad que enfrenta su gobierno y el proyecto de la llamada Cuarta Transformación (4T).
En primer lugar, resulta curioso que Sheinbaum afirme conocer con tanta precisión la cifra de 20 millones de pesos destinados a esta supuesta campaña en su contra. ¿De dónde saca ese número? ¿Acaso tiene acceso a cuentas bancarias de la oposición? O, más bien, ¿es una cifra inventada para justificar su propia incapacidad de responder a las críticas legítimas que recibe? Esta falta de transparencia y rigor en sus afirmaciones es una muestra más de la opacidad que caracteriza a su administración.
En segundo lugar, la presidenta parece ignorar (o pretender ignorar) las múltiples evidencias de corrupción que han salido a la luz en torno a su partido, MORENA, y a la 4T. Desde escándalos de tráfico de influencias hasta la contratación de familiares y amigos en puestos clave, la corrupción está lejos de ser erradicada. Por el contrario, se ha institucionalizado bajo el manto de un discurso de «austeridad republicana» que solo sirve para encubrir los privilegios de unos cuantos. Los ciudadanos ya no se dejan engañar: han visto cómo las promesas de cambio se han convertido en más de lo mismo, pero con un toque de cinismo adicional.
Pero quizás lo más grave son los vínculos cada vez más evidentes entre miembros de su gobierno y el crimen organizado. La presencia de abogados ligados a grupos delictivos en círculos cercanos al poder no es casualidad, sino una muestra de la complicidad y el silencio cómplice que caracteriza a esta administración. En lugar de combatir de frente a estos grupos, Sheinbaum y López Obrador han optado por una política de abrazos, no balazos, que ha dejado al país sumido en una ola de violencia sin precedentes. Peor aún, la defensa que han hecho del narco, al oponerse a que Estados Unidos los declare terroristas, es una clara muestra de su falta de voluntad para enfrentar el problema de raíz.
Y no podemos olvidar los fracasos emblemáticos de este gobierno: el Tren Maya, el Aeropuerto, la Refinería de Dos Bocas y otras obras faraónicas que han consumido miles de millones de pesos del erario público, sin resultados tangibles para la población. Estas obras, más que un legado, son un monumento a la ineptitud y al despilfarro. Mientras tanto, Sheinbaum y su equipo se dedican a financiar, con dinero del pueblo, campañas de desinformación en redes sociales, utilizando bots y páginas falsas para inflar supuestos logros que solo existen en su imaginación.
Para resumir, el gobierno de Claudia Sheinbaum y la 4T no solo han fallado en cumplir sus promesas, sino que han profundizado los problemas que dicen combatir. La corrupción, la violencia y la impunidad siguen campando a sus anchas, mientras la presidenta se refugia en discursos vacíos y acusaciones infundadas. Es hora de que los ciudadanos exijan cuentas claras y dejen de creer en espejismos. La realidad es tozuda, y no hay mañanera que pueda ocultarla.