Reflexiones sobre la Cultura del Entretenimiento en la Era del Populismo»
Columna: La mesa redonda
Por: Víctor Salazar
En una era donde la información fluye a raudales y el acceso al conocimiento está al alcance de un clic, sorprende observar cómo una parte significativa de la sociedad ha optado por invertir su tiempo y recursos en el consumo de entretenimiento superficial, como el reality show «La Casa de los Famosos». La reciente fiebre por la compra de boletos para ver la final de este programa es un síntoma claro de una decadencia cultural que nos remite a épocas pasadas, donde el intelecto y la cultura parecían tener un lugar preeminente en la vida cotidiana.
Desde la perspectiva de la Psicología Social, es evidente cómo las élites han utilizado estrategias de manipulación a través de los sentidos para adoctrinar y confundir a las nuevas generaciones. Al inundar el espacio público con imágenes y narrativas simplificadas, se facilita una desconexión del pensamiento crítico y se promueve la conformidad. Este fenómeno genera un ambiente propicio para que los valores culturales se diluyan en favor de un entretenimiento superficial, afectando la capacidad de los jóvenes para discernir y cuestionar. Así, el control social se ejerce no solo a través del poder político, sino también mediante los medios de comunicación al servicio del dinero.
Tiempos atrás en la edad media y más reciente en los 40’s, la sociedad se enorgullecía de su conocimiento. Las conversaciones giraban en torno a ideas, literatura, ciencia y arte; eran momentos donde la reflexión crítica y el debate eran bienvenidos. Las figuras de la cultura y el pensamiento se erguían como faros de sabiduría, iluminando el camino hacia una mejor comprensión del mundo. Sin embargo, el desinterés por el análisis profundo y la preferencia por el entretenimiento vacío han relegado estas virtudes a un segundo plano.
El fenómeno de «La Casa de los Famosos» no es un hecho aislado. En un contexto donde los gobiernos populistas y el nuevo orden mundial, suelen utilizar la distracción como herramienta para desviar la atención de las problemáticas sociales y políticas, el consumo de espectáculos de este tipo se convierte en un refugio para quienes prefieren ignorar las realidades que les rodean. El «pan y circo» resuena más que nunca en nuestras sociedades, donde las discusiones sobre política, economía y derechos humanos son reemplazadas por chismes y disputas entre celebridades.
La compra de boletos para presenciar un reality show, en lugar de fomentar la participación en actividades culturales o educativas, muestra una tendencia preocupante hacia la banalidad. Las personas que se entregan a este tipo de entretenimiento no solo retroceden en su desarrollo personal, sino que también contribuyen a una sociedad menos crítica y más manipulable. En este sentido, la cultura del espectáculo se convierte en un arma poderosa en manos de aquellos que buscan perpetuar un status quo de ignorancia y conformismo.
Es fundamental reflexionar sobre lo que estamos eligiendo como sociedad. ¿Queremos ser un público pasivo que se alimenta de superficialidades, o aspiramos a ser ciudadanos informados y críticos, capaces de contribuir a un mundo mejor? La elección es nuestra, y en la medida en que continuemos apoyando espectáculos que fomentan la ignorancia, nos arriesgamos a perder no solo nuestra identidad cultural, sino también nuestro poder como individuos pensantes en una democracia. La historia nos enseña que el progreso se logra a través del conocimiento, y es hora de dejar atrás la era del entretenimiento vacío y reclamar nuestro lugar en la conversación cultural y social.