miércoles, febrero 12
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El uso del término “Pueblo” como escudo para el poder absoluto

Columna: La Mesa Redonda
Por: Víctor Salazar

La palabra “pueblo” ha sido utilizada con frecuencia en los discursos de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quien ha adoptado un lenguaje similar al de otros líderes de izquierda radical en América Latina, como Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Fidel Castro en Cuba. Esta retórica, sin embargo, no solo busca conectar emocionalmente con la ciudadanía, sino que también se ha convertido en un recurso para justificar la concentración del poder y el desmantelamiento de los contrapesos democráticos.

La repetición de “pueblo” en sus discursos refleja una ideología que intenta representar a una supuesta mayoría oprimida que necesita ser liberada de las élites. Pero esta narrativa, utilizada con éxito en regímenes socialistas de Latinoamérica, va más allá de una simple arenga popular: es una táctica diseñada para legitimar cambios profundos y autoritarios en las estructuras democráticas bajo la premisa de que “el pueblo lo exige”.

Hugo Chávez, el exmandatario venezolano, fue un pionero en la retórica del “pueblo” como motor para cambios de fondo. Frases como Al pueblo, pan, libertad y más patria y Pueblo, tú eres el gran protagonista de esta historia resonaban en cada acto de campaña y gobierno, posicionándolo como el gran protector de los pobres. Maduro, por su parte, ha reforzado este enfoque: Este pueblo que despertó no se va a dormir más. La constante invocación del “pueblo” ha servido en estos países para desmantelar instituciones, someter a la justicia y legitimar medidas que, en realidad, han erosionado la democracia y perpetuado a sus líderes en el poder.

En México, los recientes cambios impulsados por la presidenta Sheinbaum sobre el Poder Judicial, bajo la excusa de una “reforma para el pueblo”, muestran un preocupante patrón. Las modificaciones apresuradas a la Constitución, justificadas por un supuesto clamor popular, se han convertido en un recurso recurrente para eliminar los contrapesos institucionales. La “voz del pueblo” es así transformada en un escudo que desvía las críticas y rechaza cualquier cuestionamiento legítimo, y quienes respaldan ciegamente estos cambios olvidan que el verdadero pueblo es diverso y no solo aquellos que aún creen en la “Cuarta Transformación” (4T).

Es urgente señalar que la manipulación del término “pueblo” para validar cambios que comprometen la autonomía de las instituciones y eliminan contrapesos resulta preocupante, pues encamina al país hacia una potencial dictadura. No se puede ignorar que la retórica de la 4T y su llamado al “pueblo” como justificación de reformas estructurales es una falsedad que, lamentablemente, el tiempo podría revelar con consecuencias dolorosas.

Los seguidores incondicionales de la 4T no solo respaldan estas transformaciones; avalan la posibilidad de que México siga la senda de países latinoamericanos donde el empobrecimiento, la crisis institucional y la violación de derechos han sido las consecuencias. Deben entender que el “pueblo” es un concepto amplio que nos incluye a todos, y que no se puede manipular para sostener proyectos autoritarios.

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