Columna: La mesa redonda
Por: Víctor Salazar
La eliminación del INAI (Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales) por parte del presidente López Obrador es, sin duda, un golpe certero a los esfuerzos de transparencia y rendición de cuentas en México. Es importante señalar que este organismo no solo facilitaba el acceso de los ciudadanos a la información pública, sino que también vigilaba la protección de datos personales, siendo una de las pocas barreras que quedaban para frenar la corrupción y la impunidad. En su discurso, López Obrador se mostró consistentemente crítico de las instituciones autónomas, afirmando que eran herramientas del «neoliberalismo» y una barrera para la «transformación» que él prometía. Lo sorprendente es que, de todas las promesas que hizo en su campaña, esta —“al carajo las instituciones”— fue una de las pocas que cumplió con rigor.
El desmantelamiento del INAI no es un hecho aislado, sino la culminación de un plan que López Obrador repitió desde sus primeros días en la política: debilitar o destruir los contrapesos que puedan fiscalizar o cuestionar al poder ejecutivo. La crítica a las instituciones autónomas fue recurrente, y su objetivo siempre fue claro: consolidar un poder sin intermediarios, sin escrutinio ciudadano, y sin rendición de cuentas. Al desaparecer el INAI, se allana el camino para un gobierno sin transparencia, un terreno fértil para la corrupción y el abuso de poder.
Es alarmante que, en lugar de fortalecer las instituciones democráticas que tanto costó construir, se haya optado por debilitarlas, facilitando un futuro de incertidumbre y autoritarismo. Con la eliminación de este organismo, se abre la puerta a la impunidad, justo cuando México más necesitaba vigilancia ciudadana y transparencia en la gestión pública. Esta maniobra deja un terreno mucho más cómodo para la nueva presidenta electa, Claudia Sheinbaum, quien asumirá el poder con un sistema debilitado y sin los frenos institucionales necesarios.
Es una verdadera lástima que muchos mexicanos aún no perciban el peligro que se cierne sobre el país. Las decisiones políticas de los últimos años, incluida la desaparición del INAI, son el reflejo de un voto que ha sido influenciado por el populismo y la retórica vacía. En lugar de exigir responsabilidad y transparencia, muchos vendieron su voto y su confianza a promesas que nunca se cumplirían en su totalidad, salvo en lo que respecta a desmantelar lo que debería ser el pilar de la democracia: las instituciones autónomas. Lo que México enfrenta ahora es un futuro incierto, lleno de riesgos para su sistema democrático, todo por haber creído en la ilusión del cambio fácil y rápido.